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La Libertadora del Libertador

Germán Jiménez

Autor

Manuelita Saenz

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Esta es una de las historias más conocidas de la vida del Libertador, y también una de las demostraciones de deslealtad más grave que cualquier hombre grande, como lo fue, haya podido recibir. Se trata de como, Manuela Saenz, su amante, logró impedir el intento de magnicidio contra el fundador de la nación venezolana, y creador del Magno Estado, Colombia, la grande, cuyo nombre fue pensado por el Generalísimo Francisco de Miranda, en honor a Cristobal Colón. El mismo Garibaldi refiere en sus memorias:


«Es la eterna historia, la de Sócrates, de Jesucristo, de Colón. Y el mundo ha de continuar siempre presa de estas nulidades que lo engañan».


Manuela Saenz

Si buscáramos un equivalente en los itos del viejo mundo en lo que simbólicamente representa Manuela Saenz para América, podríamos compararla con Belona, Diosa de la Guerra y esposa de mismo Martes Romano, o Ares Griego.  Puede que se haya desvirtuado su verdadero valor histórico, confundido con la anacronía que distorsiona los hechos, el tiempo y la visión lejana de los hombres.

Desde su juventud levanta la voz en contra de la Corona y abraza la lucha patriota, afectada por las masacres de Quito, se forma el fuego de la guerra en su corazón. Se casó en 1817 con el doctor Jaime Thorne, un médico inglés de buen estatus social, con notable sobrepeso. Con el nombre de Manuela Saenz de Thorne, aparece entre las ciento doce caballerosas de la Orden del Sol. Esta valiente guerrera fue vista batallar con lanza en mano frente a un batallón de caballería y penetrar, disfrazada de hombre, uno de los cuarteles para hacer reaccionar a un batallón, para luego ser expulsada del Perú, según lo refirió Palma en su obra de tradiciones y contada de nuevo por Arístides Rojas.

Vestía un dormán rojo con brandesburgo de oro y pantalón Bombacho, cabalga como lo haría cualquier hombre de caballería, de sangre fría para la batalla, pero llena de pasión. Aunque Palma, revela en ella otras cualidades, las del estudio, con sus lecturas de Tácito, Plutarco, Pelayo, amplia lectora de la historia peninsular, conocía de América como del viejo Imperio hispano.

El encuentro de dos almas

Al llegar el Libertador a Quito, Manuela Saenz conoce a aquel grande hombre, cuyo mito viajará hasta llegar, incluso, al viejo continente, no solo por sus hazañas y su voluntad, sino también, años después, en la moda con su sombrero que será símbolo de Libertad. Manuela, no dudaría en dejar a su esposo, quien se transformaría de caballero a un triste hombre enamorado y a quién ella llegara a responder en cartas, buscando mejorar su ánimo:


«Señor; usted es excelente, es inimitable, jamás diré otra cosa si no lo que usted es. Pero mi amigo, dejar a usted por el general Bolívar es algo, dejar a otro marido sin las cualidades de usted sería nada… ¿Me cree usted menos honrada por ser él mi amante y no mi marido? yo no vivo de las preocupaciones sociales inventadas para atormentarse mutuamente… Hagamos otra cosa: en el cielo nos volveremos a casar, pero en la tierra no… ¡Qué mal me iría en el cielo! tan mal como si fuera a vivir en Inglaterra o en Constantinopla…»


El Libertador  recibió una copia de aquella carta y no pudo menos que sentirse halagado, respondiendo, en parte:


«…Deseo verte libre pero inocente juntamente; porque no puedo sorportar la idea de ser el robador de un corazón que fue virtoso; y no lo es por mi culpa. No sé como hacer para conciliar mi dicha y la tuya, con tu deber y el mío. No sé cortar este nudo que Alejandro con su espada no haría más que intrincar más y más; pues no se trata de espada y fuerza, sino de amor puro y de amor culpable, de deber y de falta: de mi amor, en fin, con Manuela, la bella».


25 de septiembre de 1828: la traición de la ambición.

El Libertador descansa luego de un baño de agua tibia, junto a su amante, Manuela Saenz de Thorne. Ella presiente, en su corazón que algo ocurre, escuha a los perros ladrar e inmediatamente, despierta a Simón y le explica lo que presiente: vienen a asesinarte. Este se dirige a la puerta con espada y pistola pero esta lo detiene y le aconseja vestirse. No tarda en colocarse la ropa, al punto de tomar los zapatos de su amante. Bolívar tiene la intención de salir a hacer frente pero ella le detiene por segunda vez para saber que ocurre afuera y le señala el balcón que da a la calle.

—¡Al cuartel de Vargas! —le indica—.

El Libertador se dirige a la ventana pero por tercera vez, es contenido por su fogosa y amada, Manuela. Espera a que pase el ruido de la calle y este sale en el primer silencio. Abren la puerta los conspiradores y reclaman por la presencia del Libertador. Ella niega su presencia y los distrae diciéndoles que «Está en el consejo» una casa ficticia que le permite hacer tiempo para que Bolívar escape. Los asesinos abren todos las puertas y habitaciones, mientras, el edecán Ibarra se acerca para hacer frente, pero sale herido.

Ibarra pregunta si ha muerto el Libertador a lo que ella responde «El Libertador vive». Manuela acuesta a Ibarra en la cama del Libertador y escucha en la calle al inglés Fergunson acercarse. Ella le dice que se aleje porque sino lo sacrifican pero este afirma «Moriré cumpliendo mi deber».

Los conjuradores han escapado, Manuela llama a Fernando, sobrino de Bolívar, para recoger el cadaver de Ferguson, asesinado por Pedro Carujo, quien era su amigo. Busca al médico Moore para que cuide la herida de Ibarra, quien es llevado a la habitación del mayordomo José, que estaba enfermo.

El Libertador corrió al Monasterio de las Carmelitas, escuchando los tiros y los gritos de «¡Murió el tirano!». El criado, José María Antúnez, quien acompañó a Bolívar desde el año 21 hasta su muerte en Santa Marta, según relata el general Posada en sus memorias, en cumplimiento de su deber, al escuchar lo que ocurría y dirigirse a los hechos, se topó con el Libertador. Por poco, el primer hombre de América, camina hacia su muerte, pero Antúnez lo detiene y lo hace esconderse bajo el puente de San Agustín, al notar que por donde pasarían, se encontrarían con la artillería. El «Viva el Libertador» esgrimido por los hombres de Vargas se enfrentaban a los de Carujo, y el críado había evitado que este cayera en fuego cruzado.

Urdaneta, leal al Libertador lo envió a buscar con todos sus hombres. Pero Antúnez y el Libertador esperaron hasta que decidió enviar al joven a ver quienes eran los que transitaban. Viendo que no había peligro, salió el Libertador, quien, en medio de lágrios fue abrazado y besado por los soldados. Ante este acto expresó:


«¿Queréis matarme de gozo acabando de verme próximo a morir de dolor»


La leyenda de la Libertadora

Luego de aquel trágico suceso, donde murió Ferguson y fue herido Ibarra, la más grande de las penas rondaban en el corazón del Libertador. Quiso perdonar a los traidores, pues veía en aquel acto el declive de su magna obra, producto de la ambición y las querellas de cada partido —Quito, Nueva Granada y Venezuela— pero en aquella construcción republicana, no todos estuvieron de acuerdo: la traición tiene sus consecuencias.

En el palacio, el hombre grande, quien descansa su alma en los brazos de Manuela, en aquel acto de amor humano donde se unen los cuerpos, inmortaliza a la guerrera y fogosa mujer quiteña, diciendo: «Tú eres la Libertadora del Libertador».

Los conjuradores

La conspiración septembrina se origina, como todo hecho de fractura histórica, en un momento coyuntural. El Libertador se alzaba como Libertador y los neogranadinos lo llamaban tirano, uniéndose en sociedades secretas a las que se conoció como «SSP» Sociedad Socrata Parlamental. Entre los conspiradores tenemos a:

Luis Vargas Tejada

Escritor neogranadino, nacido en Bogotá, quien compuso aquel canto en contra del Libertador que decía:


«Si de Bolívar la letra con que empieza
y aquélla con la que acaba le quitamos,
«oliva» de la paz símbolo hallamos.
Esto quiere decir que la cabeza
al tirano y los pies cortar debemos
si es que una paz durable apetecemos».


Huyó luego que fracasara la conjuración, pero en 1829 fue encontrado y ahogado en un río de los Llanos Orientales, en diciembre de 1829.

Fracisco de Paula Santander

Nació en Cúcuta, cuando esta pertenecía a la Capitanía General de Venezuela, y es el prócer de más alto mérito neogranadino, llamado por Páez, el Centauro, con quien tenía disputa, como el reinoso y no fue considerado venezolano. El León de Payara, José Antonio Páez, lo toleró hasta donde pudo, llegando a romper por completo, luego de aquel atentado en contra del Libertador. Santander es la principal razón por la cuál Páez terminó por rechazar el gran Estado de Simón Bolívar.

Santander fue sentenciado al exilio, al ser señalado por Carujo, quien dio a conocer que Santander estaba al tanto de todo. Inicialmente fue condenado a morir fusilado por la espalda, pero el Libertador pidió que le perdonaran.

Pedro Carujo

Comandó la conjuración el 25 de septiembre, capturado y condenado a muerte. Sin embargo declaró para salvar su vida que Francisco de Paula Santander tenía conocimiento del intento de asesinato por parte de estos jóvenes, pero que prefirió no enterarse de los detalles ni participar directamente en el atentado. Fue perdonado, por intervención de Urdaneta, y sentenciado al exilio. Es encarcelado en el Castillo de San Fernando de Bocachica hasta 1829, cuando es trasladado al Fortín Solano, en Puerto Cabello. Logró fugarse en agosto pero fue rápidamente recapturado para ser deportado a Curacao en junio de 1830. Por parte de José Antonio Páez, recibe una amnistía pero no duro mucho tiempo hasta que volvió a conspirar y desembarcó en Maracaibo con una pequeña tropa en contra del gobernador Urdaneta.

Otros

Aunque es difícil tener todos los nombres de los que participaron estos son algunos de los que hemos podido concretar: el neogranadino Florentino González, el general Emigdio Briceño Guzmán, conocido como el septembrista, Ezequiel Rojas quien fue apresado en la casa de su vecina, disfrazado de mujer, pues creyó que de esta forma burlaría a los soldados que fueran en su búsqueda. Esta acción lo perjudicó pues confirmó las sospechas de su participación en el asalto. Rojas iba acompañado de Azuero, ambos fueron conducidos a la prisión esa madrugada. Huyendo también fueron capturados Horment y Zuláibar dirigiéndose camino a Usaquén. Días capturan a Pedro Carujo, José Miguel Acebedo, Joaquín Acebedo, Rudesindo Silva, entre otros.

En el Palacio de San Carlos, donde casi muere, traicionado, el Libertador una placa reza:


 SISTE PARUMPER SPECTATOR GRADUM-SIVACAS MIRATURUS VIAM SALUTIS QUA SESE LIVERABIT- PATER SALVATORQUE PATRIAESIMÓN BOLIVAR-IN NEFANDA NOCTE SEPTEMBRINA. AN MDCCCXXVIII. 

Detente, espectador, un momento, y mira el lugar por dónde se salvó el Padre y libertador de la patria, Simón Bolívar, en la nefanda noche septembrina.


Nota sobre José Prudencio Padilla

Nació en Riohacha, en el virreinato de Nueva Granada. Se encontraba preso el día del atentado, detenido por Montilla por supuesta conspiración a favor de los pardos, y se negó a escapar cuando se le liberó, regresando a la celda. El tiempo y el estudio de la historia ha permitido comprobar su inocencia y algunos comparan su historia con la de Manuel Piar.

Nota sobre Luis Perú de Lacroix

Según narra en el diario de Bucaramanga, esta conspiración motivó al Libertador a prohibir todas las sociedades secretas y, específicamente, cortar con la masonería.


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G.J.Jiménez

Fuentes
Arístides Rojas, Libertador y Libertadora del Libertador.
Palma, tradiciones.
O’leary, Memorias. Posada, Memorias

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