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El hambre y las penurias en la campaña de Carabobo 1821

Germán Jiménez

Autor

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Usualmente tenemos una visión idealizada y muy general de las acciones del pasado, producto de un imaginario colectivo que se ha cimentado sobre el romanticismo de finales del siglo XIX, nutrido de idealismos y de la mistificación de las heroicidades del pasado; pero precisamente el escudriñar en la cotidianidad de los conflictos bélicos, permite juzgar a la historia de nuestra independencia; no sólo como la elaboración de unos pocos hombres excepcionales, sino como la hazaña de todo un conjunto de hombres y mujeres que tuvieron que sortear los más grandes obstáculos, penurias, el hambre y las dificultades; estimulados por una voluntad que comenzaba a germinar para alcanzar la superación individual y colectiva.

Sin duda, uno de los aspectos más inquietantes para todos aquellos que fueron sujetos activos en la campaña de Carabobo de 1821, fue el tema alimentario. Los diarios militares y la correspondencia de campaña durante la guerra, son la prueba más fidedigna de que la falta de alimentos era uno de los enemigos internos más difíciles a vencer; para lo cual se requería de una logística que permitiera administrar eficaz y eficientemente los suministros;  con un racionamiento meticuloso y oportuno para toda la tropa; pues una buena salud requería de una buena alimentación, sin la cual hasta los ejércitos mejor armados perecen.

Un Bolívar cada vez más meticuloso

Durante las largas y extenuantes marchas del ejército libertador desde los Andes y los Llanos hacia finales de 1820 y los primeros seis meses de 1821, con destino a la batalla de Carabobo; se hace omnipresente el tema de la logística de las raciones para las tropas, como se evidencia en los Diarios Militares del teniente coronel George Woodberry, Jefe del Estado Mayor Interino de la Guardia que dirigía operaciones en Trujillo, así como de las anotaciones del capitán Gregorio María Urreta, dirigiendo la logística en los llanos; quienes a su vez comunicaban todos los detalles a los generales Santiago Mariño y Rafael Urdaneta, para terminar siendo inspeccionados escrupulosamente por Simón Bolívar, quién se volvió un comandante mucho más meticuloso , luego de la mezcla de victorias y derrotas durante los primeros años de la guerra hasta la Batalla de Boyacá; así es como emerge un Bolívar cada vez más detallista, que da instrucciones precisas referidas a la caballería; sobre cómo hacer más resistente los cascos de los caballos,  cómo debían conformarse las herraduras,  especificando qué tipo de clavos debían usarse,  el forraje requerido y otros detalles ad infinitum.

Decreto del Libertador sobre el consumo de yuca

Durante el avance hacia la sabana de Carabobo, la escasez no sólo cubrió  al bando patriota sino también al bando realista; Mariño, en un comunicado del 17 de mayo, indicaba que muchos soldados del bando realista, se pasaban al bando patriota, reducidos por:

«el hambre, la desnudez, y el tratamiento duro y brutal de los jefes españoles».

Por otra parte, Woodberry a cargo del cuidado y la alimentación de los enfermos hacía notar las necesidades de: «pan, gallinas y menestra de la mejor calidad», por lo que emitía constantemente órdenes a las personas al mando de los hospitales de campaña y alcaldes patriotas de las zonas aledañas, para obtener los suministros alimenticios, muchas veces de manera infructuosa.

Teniente Coronel George Woodberry (iconografía).

Ante esta batalla decisiva, surge el decreto  del Libertador de fecha 31 de mayo de 1821:


«S.E manda expresamente que a todo individuo de tropa que se le encuentre yuca se le den por el comandante de su respectivo cuerpo veinte y cinco palos; y condena a la pena de muerte a cualquiera que se enfermare por haberla comido, luego que se restablezca…», puntualizando más adelante «..Se previene pena de 25 palos al que comiere yuca amarga o dulce y el que se emborrachare o enfermare de haberla comido será fusilado».


Precisamente la tropa proveniente de los Andes estaba poco relacionada con el consumo de la yuca, resultando difícil distinguir entre la yuca amarga de la dulce, sumado a las ansias que estimula el hambre, mucha de la tropa disponía de tabaco, pero no de algún tipo de aguardiente, por lo que en ciertas ocasiones muchos se daban a la tarea de extraer el jugo de la yuca dulce que se fermentaba, lo que daba como resultado borracheras esporádicas entre las tropas durante sus avances; para lo cual el Libertador tomó la decisión de imponer orden, de manera rigurosa y sin vacilaciones ante esta batalla decisiva.

Los diarios militares de Woodberry y de Urreta, fueron incorporados por el coronel Arturo Santana como anexos en su libro La Campaña de Carabobo (24 de junio de 1821) relación histórica militar, el encargo de la obra fue realizado por el General Juan Vicente Gómez en septiembre de 1920, para conmemorar al año siguiente, los 100 años de la Batalla de Carabobo, durante la materialización de la obra, Arturo Santana se desempeñaba como Coronel Instructor de la Brigada nº 1 del Ejército en Maracay.

Gregorio María Urreta al momento de sus anotaciones, poseía el rango de capitán, al momento de la batalla alcanzó el rango de teniente coronel y Jefe del Estado Mayor de la Primera Brigada de la Guardia. Urdaneta hizo la recomendación al Libertador indicando en un comunicado: «este oficial es activo y hombre de bien», fechado en San Cristóbal el 11 de septiembre de 1820. Woodberry participó en la batalla con el rango de teniente coronel, luego de sus denodados esfuerzos logísticos.


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Sergio Díaz Yaguarán

Fuente
Santana (coronel), Arturo. La campaña de Carabobo (1821). Litografía del Comercio. Editado en 1921 en Caracas.

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